Los alemanes con los que me crucé en Frankfurt me sorprendieron gratamente: fueron muy cordiales, amables, sonrieron mucho, tanto en los negocios como en el metro o como en la calle.
Mi host - Josie, de Inglaterra, pero viviendo en Frankfurt hace varios años - fue absolutamente adorable e hizo que mis días en la ciudad fueran aún mucho mejores. Ver a Patricia por uno poco más de 24 hs también influyó en que me haya ido con una buena sensación sobre el lugar.
La ciudad es bastante distinta a todo lo que había conocido, y es donde se cumplen todos los preconceptos sobre Europa: la limpieza es absoluta, nadie tira un papel en la calle, y la gente, en general, espera a que aparezca el hombrecito verde antes de cruzar la calle, aunque no venga ningún auto.
La gente toma mucho café, todos son muy modernos para vestirse, y no es raro ver a hombres en estricto traje pedalear por el centro financiero.
Mucha gente parece estar durmiendo a las 9/10 pm, lo que hace que sea todo distinto a lo conocido, ya que como es casi verano, a las 9,30 aún no terminó de oscurecer.
Me quedó pendiente tomar apfelwein, que es vino de manzana, pero bueno, lo haré cuando vuelva a tomar el avión de regreso a Argentina.