Cumplir años en Río estuvo bueno, pero por momentos fue raro. Mis últimos cumples los había festejado con Melu, a lo grande, y con todo girando alrededor de nuestros flamantes añitos (incluyendo globos, piñatas, serpentinas, y tortas de chocolate con velitas). Este cumpleaños incluyó muchas actividades, pero fue un cumpleaños más diluido y sin torta (pensé en hacer una, pero el calor me desanimó).
El festejo empezó el viernes, en la casa de Cristiana. Éramos varios acá, y ella y Blaise (un chico suizo que vive prácticamente en su casa) cocinaron. Estuvimos hasta acá hasta tarde, y de aquí nos fuimos para Lapa.
Lapa es una zona de Río, en el centro, donde los viernes, el descontrol reina sus calles. Hay más gente bailando y tomando en las veredas que en los propios bares y boliches. Y por supuesto, reina el funky (del cual ya hablé, y el cual no me enloquece mucho que digamos), pero bueno, estuvimos haciendo ronda de bares, tomando un chopp en cada uno y cambiando de lugar, sambando (?), y luego ya volvimos hacia el quid de la cuestión a mezclarnos entre la multitud.
Bailé mucho mucho, las piernas ya no me daban más y así fue como, en estado piltrafesco absoluto, regresé al hogar.
Sábado, nos despertamos al mediodía, y arrancamos para el fuerte de copacabana, donde hay un bar bastante chic llamado Colombo y ahí comencé a reaccionar a la vida. Además, tenía una vista maravillosa. Lamentablemente el cielo estaba algo nublado, aunque eso no impidió que luego fuera a la playa y durmiera una merecida siesta.
Volvía al departamento lista para cocinar algo y cenar tranquila, cuando Cristiana me llama y me dice que estaba yendo para una fiesta de bienvenida de una amiga, que me esperaba, que me apurara, que nos íbamos. Dudé en ir, y en hacer las cosas tranquilas, pero al final llegué, me bañé y me cambié a las corridas y fuimos para la reunión, en Tijuca, muy cerca de la Lagoa. Menos mal que fui, porque las chicas eran super copadas, y la pasé super lindo. Comí brigadeiros, tomé sangría y tomé caipirinhas con tequila (!).
Cerca de la medianoche, arrancamos para la fiesta, en un salón como de una agrupación sindical en el centro, en el medio de la nada (ahí, se había hecho hace una semana la feijoada).
La música fue de lo mejor, con algo de pop, de electrónica (sólo clásicos) y rock, por lo que, de nuevo, bailé sin parar toda la noche.
Ahora, me duelen las rodillas, pero claro, ya tengo 28. (buá).
Realmente me hubiese gustado que estuvieran mis amigos acá y hacer todas las boludeces pertinentes, pero más allá de eso, la pasé super bien y acá, pueden ver las fotos de toda la jornada cumpleañística http://picasaweb.google.com/paulinadeviaje/28El28?authkey=Gv1sRgCMTT3eaYtaic6wE
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