Cuando Araiz, una chica vasca viajando por Brasil, me dijo de subir caminando hasta el corcovado (el cerro en el cual está el cristo redentor), dije que sí, pero me preocupé por no tener más calzado que ojotas y zapatillas de larva (léase all star).
Al otro día, le comenté a Marcela, mi host, mi preocupación por: a) mi calzado no apto para actividades físicas, y b) mi cuerpo no apto para actividades físicas, y ella me ofreció un par de zapatillas para hacer trekking.
Ahora sólo quedaba la preocupación por mi ausencia total de estado físico. Especialmente, cuando ví el recorrido acá http://www.terrabrasil.org.br/trilhas_mapas/tri_lage_corco.htm
Luego, me enteré que había un parte del recorrido en el que había que escalar. "No way José", pensé. Y bueh, en el peor de los casos llegaba hasta donde podía y me volvía.
A las 10 am estaba en la puerta del parque lage, donde está la escuela de artes visuales. El edificio es hermoso, y el parque también. El día estaba algo nublado, pero el calor, como todos los días desde mi llegada estaba firrrrme.
10.30 estábamos arrancando. A los cinco minutos de empezar a caminar, escuchamos un estruendo. Miramos hacia nuestra izquierda, un coco se había estrellado en el piso. Miramos hacia la copa del árbol, varios monos en la rama, parecían divertirse agitando los cocos hasta hacerlos caer. "Vamos a tener que ir mirando hacia arriba" dijimos.
10.35 nos encontramos con un cartel que recomienda ir mirando detenidamente el piso, ya que hay una larga variedad de serpientes en la zona. Desde cascabeles hasta cobras. Recomienda también que, en caso de mordida, se preste atención al color del animal, la flora que lo rodea, y el horario en que fue picado (claro, porque llegado el caso, no vamos a estar ocupadas gritando como unas descosidas). Así que bromeamos y dijimos que una miraría hacia arriba y otra hacia abajo.
La caminata empezó bien. Entre la mata. El calor era insoportable. Pasamos tres cascadas, y en la última decidimos meternos abajo y aprovechar la resfrescada. Porque ahora venía la parte empinada.
Lalala. Nadie que me ve, me puede imaginar agarrándome de ramas y lianas y trepando. Yo no podía imaginarme! Tomándome de una cuerda para subir unas piedras resbaladizas sin ningún tipo de hueco donde apoyar los pies. Agarrando troncos llenos de musgo y resbaladizos.
La humedad era insoportable, cada vez se veía menos por la neblina, y yo empecé a cansarme. Era como subir una interminable cantidad de escalones que no eran escalones.
Y de repente, estábamos arribas de las nubes. El cielo ahora esta despejado, pero hacía abajo no se veía nada. Nada! Sólo una espesa capa blanca.
Tuvimos que caminar cuesta arriba, siguiendo la vías del tren del corcovado (sí, claro que hay una forma sencilla de llegar ahí arriba!), luego agarramos una pequeña ruta, siempre subiendo, obvio, hasta que llegamos al complejo del cristo.
Al principio, la vista estaba bloqueada por las nubes, pero de repente se empezó a despejar, así que pudimos tener algo de visual. Maravilladas las dos, estuvimos un rato allí, simplemente disfrutando del sabor de haber llegado y de la vista panorámica que se nos ofrecía.
Y llegó la hora de la vuelta.
Araiz quería volver por el mismo camino, pero a mí ese camino me dejaba muy lejos de casa y por el otro lado, el de la carretera, quedaba muy cerca. Así que nos separamos. Ella volvió por donde habíamos subido y yo me tomé una van que me dejó a mitad de camino e hice el resto caminando. Mientras bajaba, ya el cielo se había despejado mucho, así que pude tener una vista mejor aún!
Ya las rodillas que no me funcionaban muy bien, así que caminaba bastante bastante raro.
Llegar a la puerta del Parque de Tijuca, fue increíble. Toda la jornada fue genial. Y casi casi que salí ilesa (un pequeño rasgón en la rodilla a causa de una resbalada y un par de picaduras)